Manuel Rodríguez Rodríguez siempre ha sabido moverse en los lomos del poder. Ha sabido vivir del presupuesto con cargo de medio pelo, cargando maletas, haciendo discursos de talante viejo, dorándole la píldora a quienes tienen los billetes. La última lumbrera de sus servilismo como Regidor de Educación Cultura y Deportes ha sido – no dudamos que billetazos previos- el proponer a Antonio Sacre Ibrahim ex presidente tuxtepecano y padre de Antonio Sacre Rangel, el munícipe actual como “Hijo predilecto”.
Desde el inicio de la administración sacrista fue “institucional”, criticó a los paladines –regidores-convenencieros del “G-8”, y se adhirió al papel de mascota con cargo decorativo en el trienio que se acaba. Y así la regiduría de educación en sus manos se convirtió en otro lastre, una propuesta que ha sido cuestionada en Tuxtepec, un ilustre ex presidente que logró muchas cosas pero que no pudo enseñarle a su hijo, el trato digno para los ciudadanos que todavía gobierna. Ya veremos al Regidor de Educación aplaudiendo el nombramiento y estampando la firma en un papel solemne con su guayabera blanca.
Su apuesta es la conveniencia y el olvido, aunque a la ciudad se la trague la violencia, su apuesta es perpetuar el nepotismo de una administración municipal que llevó al municipio a un hoyo negro, lo bueno que a toda una generación de tuxtepecanos se les olvidó que Manuel Rodríguez Rodríguez una vez quiso ser presidente municipal y no pudo. Le ganó el servilismo.