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¿de qué privilegios goza Antonio Sacre Rangel, para ser custodiado por elementos de la policía municipal? ¿Por qué no contrata él sus propios elementos policiacos, como cualquier empresario lo haría? ¿Y por qué Dávila obedeció esta orden, cuando lo que se necesitan son policías municipales protegiendo a los ciudadanos, y no a vividores políticos?
ANTONIO MUNDACA
Conocido en Oaxaca por una galopante corrupción durante su trienio, recordado a semanas de haber abandonado el poder por su carácter bravucón y su intolerancia, hoy Antonio Sacre Rangel no solo goza de impunidad, sino de los favores del gobierno del estado oaxaqueño, que le ordenó al nuevo presidente municipal Fernando Dávila, le enviara policías municipales para protegerlo de las embestidas de los malosos, y así, después de haber dejado el poder, seguir custodiado por elementos policiacos. Lo reprochable es que nuevamente se conduzca con prepotencia, sobre todo en una ciudad como Tuxtepec, que lleva 4 meses sumida en la pugna de carteles, y con apenas algunos respiros.
Pero ¿de qué privilegios goza Antonio Sacre Rangel, para ser custodiado por elementos de la policía municipal? ¿Por qué no contrata él sus propios elementos policiacos, como cualquier empresario lo haría? ¿Y por qué Dávila obedeció esta orden, cuando lo que se necesitan son policías municipales protegiendo a los ciudadanos, y no a vividores políticos? Incluso después de haber dejado el poder, Antonio Sacre sigue poniendo el pie en el cuello de la silla presidencial, a un gobierno que avanza rodeado de las buenas intenciones de los primeros días.
A ver si esos policías municipales no se convierten, como cuando Sacre era munícipe, en cuidadores de cantinas y juergas como le gusta al ex presidente tuxtepecano, que ahora en libertad ciudadana, sigue siendo un protegido del estado y peor aún, un protegido del ayuntamiento al que le dio obras de relumbrón, de calidad cuestionada, y saqueó a manos llenas con moches y compadrazgos.