- Cualquier periodista con dos dedos de frente sabe que hay gestos que retratan el estilo de un gobernador de cuerpo entero y esa siempre es la marca peligrosa de un sexenio: a Salomón Jara, hasta ahora, lo revelan sus discursos a modo, repetitivos, su falta de coartadas, su “honestidad sin pudor” para decirnos que puede ser el jefe de un gabinete rodeado de trúhanes pero que son sus pillos favoritos y eso basta.
Una opinión de Antonio Mundaca
Cualquier periodista con dos dedos de frente sabe que las declaraciones patrimoniales son parte de las simulaciones de los actos jurídicos, que las leyes al final son una invención política de políticos que algún día podrían servir de algo, a alguien, algún día, si bien nos va, en un futuro lejano.
Por eso el gobernador de Oaxaca Salomón Jara, se envalentona en sus “mañaneras semanales” frente a los datos duros o las preguntas rodeadas de sus conferencias de paz, y reta al público general a que lo denuncien sobre su declaración patrimonial cuchareada. Sabe que en tierra de caciques, denunciar al gobernador equivale al dicho de “acúsame con la FIFA” porque no sucederá nada.
Cualquier periodista con dos dedos de frente sabe que hay gestos que retratan el estilo de un gobernador de cuerpo entero, y esa siempre es la marca peligrosa de un sexenio: así como Alejandro Murat parecía una caja vacía, una máquina sin gestos o emociones, con el discurso aprendido en escuelas de oratoria del gabacho y se podía esperar de él la frialdad de un ornamento; así como a Gabino Cué no le gustaba ensuciar su camisa Gucci en los calores de la Costa o la Cuenca, y haber desafiado a lo más podrido del priísmo lo cobró en dólares llevando “La Paz y el Progreso” al Broadway Bank de Texas.
A Salomón Jara, hasta ahora, lo revelan sus discursos a modo, repetitivos, su falta de coartadas, su “honestidad” sin pudor para decirnos que puede ser el jefe de un gabinete rodeado de trúhanes pero que son sus pillos favoritos y eso basta.
La extraña declaración patrimonial de Salomón Jara, Gobernador de Oaxaca. Imagen: Infobae.
Los mismo que puede proteger a Donato Vargas Jiménez, acusado de violentar a su expareja a la que amenazó con machetearla y rociarla con ácido, y decirnos pelando los dientes para protegerlo frases del manual de Carreño: “Donato es un gran luchador social muy movido, por eso lo agarran de piñata”, y sus secretarios de Estado pueden aplaudirle y reír con el cuchillo entre los dientes.
O igual puede vetar a reporteros que le han cuestionado sobre la desaparición de Claudia Uruchurtu y la sospechosa reconfiguración del delito de desaparición forzada que pesaba contra la expresidenta de Asunción Nochixtlán Lizbeth Huerta, una de sus financiadoras de campaña, y que tras su llegada al poder sólo fue sentenciada por “obstrucción de la búsqueda”, y purgará una pena de 4 y no de 70 años como sucedería en cualquier otra democracia funcional de la tierra.
Y así, nuestra mañanera oaxaqueña y gozona, nuestro folclor tropical eternizado en un ejercicio más de propaganda donde el enemigo imaginario favorito es también compadre del gobernador y que se encuentra en Polanco, mientras el enemigo real empieza a disputarse el territorio entre narcos y eso sí, muchas jornadas de Justicia y Paz y “Buzones morados” en las dependencias estatales para que las mujeres que sean violentadas se quejen, que se quejen ahí pero no con el Secretario de Gobierno Jesús Romero, porque en el gobierno del “cambio verdadero” por acto de magia, dejó atrás los actos vandálicos, la simulación institucional, los cuates en la nómina y la seductora política del billete o el garrote.
“Vivo en San Martín, no en San Felipe del agua. Es público que nací en Betaza, que no tengo propiedad en Miami”, dijo el gobernador para defenderse de su declaración patrimonial incongruente. Supimos que en Betaza fue topil, policía y comisariado de bienes comunales. De todo esto quedan un par de enseñanzas cada vez que el mandatario habla. Sus conferencias sirven para hacer boletines jocosos y propaganda, y sobre sus dichos queda la posibilidad de investigar los datos duros a ver quién recoge la vergüenza y tener con más claridad lo que dice Lydia Cacho: ‘la ruta del dinero no miente cuando hacemos periodismo’.