- María Luisa “De Dávila” compite con cierta claridad y aspira de forma legítima a ser presidenta municipal, el “proyecto familiar” , sin duda, la ha ayudado a pasar el duelo, le ha dado bríos para seguir frente a la tragedia, ha tenido el valor de combatir los demonios del dinero, de gobiernos o personajes poderosos que le han pedido que decline por algún candidato. Tentada por el diablo, se ha mantenido y crece en las preferencias, aunque sus propuestas durante la campaña sean las de exhibir un fantasma, y al escucharla, solo falte el café y el pan para perpetuar un velorio infinito, es el precio de querer el poder, el exhibicionismo.
Antonio Mundaca
La elegida para continuar el proyecto davilista inicialmente no era María Luisa Vallejo, los huérfanos políticos ya habían buscado padrastro cuando aún estaba tibio el cadáver del munícipe en el Hospital Español.
Fernando Dávila estaba en “la cúspide del pinche poder”, sin ella por ningún lado. El edil ya había amasado bajo su cobija, y la de sus hermanas, el dinero público suficiente para la campaña a la diputación federal del distrito 01, y ya había comprado la franquicia de Movimiento Ciudadano; jugaba a los dados cargados a la municipal con Octavio Santana, a quien siempre vio como el más dócil y controlable, y le hablaba al oído a Marcos Bravo, su hijo putativo, su seminarista favorito que podría cubrirle todos sus pecadillos financieros. Pero el verdadero poder siempre lo tuvo el clan familiar, concretamente las hermanas Bautista Dávila, que merecen un comentario a parte, por la influencia que tienen sobre María Luisa Vallejo, la viuda que ahora durante la campaña electoral donde se presenta, dice que ha sido tentada por los esbirros del gobierno y de la mafia y habla de legados inverosímiles paseados por todos lados.
Tras la ruptura con Noé Ramírez y la diáspora de políticos acostumbrados a nóminas secretas, el proyecto cayó en la cara más visible, merecedora de todos los respetos o la ternura. La abnegación sufrida como sello de campaña que representa María Luisa Vallejo, llena de buenas intenciones, ajena por 11 años al cochinero de la política, creyendo que la actividad de su marido era de la velar por “derechos humanos”. La ingenuidad y la inocencia que irá mutando al estar rodeada de los lobos que creó y alimentó su esposo, hoy convertido en mártir y héroe por un grupo que se resiste a perder el poder y sus mieles.
Hoy María Luisa “De Dávila” compite con cierta claridad y aspira de forma legítima a ser presidenta municipal, el “proyecto familiar”, sin duda la ha ayudado a pasar el duelo, le ha dado bríos para seguir frente a la tragedia, ha tenido el valor de combatir los demonios del dinero, de gobiernos o personajes poderosos que le han pedido que decline por algún candidato. Tentada por el diablo, se ha mantenido y crece en las preferencias, sin duda, aunque sus propuestas durante la campaña sea de la exhibir un fantasma y al escucharla, solo falte el café y el pan para perpetuar un velorio infinito, es el precio de querer el poder, el exhibicionismo.
Es común verla repitiendo hasta el cansancio que “defenderá el legado de Fernando Dávila”, suena bien como discurso para pescar electores ingenuos y poco informados, pero en una de esas, ojalá que su proyecto no sea como el davilismo y un municipio controlado por los señores de las armas, ojalá su proyecto por el bien del pueblo, no sea la simulación del discurso 2016: “ cuando los de abajo se mueven, los de arriba se caen”, que en 2018 se convirtió en “cuando los de abajo llegan, compran casas con dinero público” y un largo etcétera. Ojalá que la continuidad, si gana, no sea de un gobierno igual al de su esposo difunto, que será recordado por los historiadores como la época donde Tuxtepec estuvo dominada por la violencia y el crimen, hasta que por voluntad divina o cuestiones del destino una epidemia se llevó al jefe de la banda.