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El Sermón del Face

Miguel A. Vázquez de la Rosa

Miguel A. Vázquez de la Rosa estudió Derecho y Ciencias Sociales en la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Es Integrante de la directiva de Servicios para una Educación Alternativa A.C. (EDUCA) desde 1994. Formó parte de la Comisión de la Verdad de Oaxaca y fue director de Radio Universidad de 2017 a 2022.

  • El filósofo francés, Jacques Maritain, lo advirtió: “El verdadero humanismo es cálido y arriesgado; no es una estética, es una militancia, se compromete”. Lo que vimos en el sexenio fue una caricatura.

 

Hermanas y hermanos: convoquemos al pueblo santo para que, en todas las paredes de la República Amorosa, se escriba en una sola frase, una oración que transpire desengaño y orfandad, “Aquí yace un gobierno humanista”. Los hijos del padre fundador en pleno desamparo, han llamado a escribir una arenga sin otro contenido político más que el de ensalzar a las clientelas que los han arropado con Patria y votos: “Por el bien de todos, primero los pobres”.

“Qué fácil es suspira ante el gesto del hombre que cumple un deber, y regalarle ropita a la pobrecita hija del chofer”; Silvio Rodríguez compuso esta joya de filigrana para visibilizar la hipocresía de ciertos sectores sociales “acomodados”. El gobierno de la Cuarta Transformación maltrató, como ningún otro, a quienes dijo defender. Tiró dinero, como quien ofrece migajas o ropita, a los pobres de este país, pero negó justicia a los que, además de pobres, sufrieron tortura, persecución, fueron desparecidos o, víctimas de la violencia, tuvieron que dejar a sus familias, viviendas y territorios. Sí, primero los pobres, siempre y cuando no se nos alebresten.

La justicia divina es caprichosa. Por una suerte de azar y destino se ordenaron los astros para que el décimo aniversario de la desaparición de los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa coincidiera con el fin del mandato de Andrés Manuel López Obrador. “Para ellos el pan del cielo, el resplandor de toda nuestra tristeza”, por la voz del pueblo habla la voz del poeta David Huerta, en su memorable homenaje a los 43. Por supuesto, el propósito no es aguar la fiesta al señor.

La desaparición y presunta ejecución extrajudicial de 43 estudiantes normalistas, representa uno de los capítulos más abominables y vergonzosos en la historia reciente del país. Así también, uno de los mayores desafíos éticos y morales al que enfrentó un gobierno que puso por delante su altura moral y su humanismo.

El filósofo francés, Jacques Maritain, lo advirtió: “El verdadero humanismo es cálido y arriesgado; no es una estética, es una militancia, se compromete”. Lo que vimos en el sexenio fue una caricatura.

“Caín, Caín, ¿dónde está tu hermano Abel?”. Se lee en las primeras páginas del Libro del Génesis. El llamado se actualiza por cada persona desparecida en este país de fosas. Y Caín respondió como lo habría hecho cualquier gobernante mexicano promedio: ¿Y yo por qué? Se globalizó la justificación inocua para zafarnos de culpas y responsabilizar al pasado.

Diez años sin los jóvenes de Ayotzinapa. Cuando pensábamos que sabíamos todo sobre los acontecimientos de aquella noche del 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, resulta que no sabemos lo esencial: quienes fueron los perpetradores, por qué lo hicieron y dónde están los muchachos.

Existen hipótesis muy sólidas que hacen suponer que fue el crimen organizado, con la aquiescencia de las corporaciones policiales y el Ejército; que en las disputas por el control de la droga los jóvenes fueron confundidos (o bien utilizados en las rencillas entre bandas) y que fueron incinerados y sus restos depositados en algún lugar. Pero estas son solo conjeturas barajadas de distintas maneras, cada una con sus matices, desde la Verdad Histórica, hasta la verdad de AMLO.

Lo que si está documentado es el encubrimiento de este gobierno hacia las Fuerzas Armadas. El periodista norteamericano, John Gibler, registró a través de un robusto reportaje como, a través de una grosera operación de Estado, se tomó la decisión de descarrilar la investigación y poner a salvo al Ejército. López Obrador traicionó a las familias, a la comunidad que demandaba justicia y criminalizó a los abogados y organismos de derechos humanos acompañantes en el caso. No, no sólo no resolvió el grave asunto, enredó aún más la madeja.

El ocaso de un sexenio coincide con la demanda del derecho a la verdad. Ayotzinapa es el epitafio de un gobierno que ignoró los reclamos sociales de justicia. En los muros que resguardan Palacio Nacional se lee la pinta “Viven en nuestra rebeldía”, mientras que en el país de los aullidos y las llamas se levanta la efigie del prócer con la insignia: “Aquí yace un gobierno humanista”.

 

*Fotografía Denisse Ureña

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