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El papel y nivel de los medios de comunicación de una ciudad se revela fácilmente cuando la agenda pública de su información es el encendido de lucecitas de un parque. El papel y nivel de un gobierno municipal se revela fácilmente cuando la única manera de detonar la economía local es con luces, artificios y tapetes. Entre la prensa y el ayuntamiento hay una relación de conveniencia atravesada por el dinero que destella, mientras los ciudadanos son sometidos al temor y la muerte que toca a sus puertas.

Después de las luces de una ‘Blanca Navidad’ institucionalizada por el ayuntamiento de Tuxtepec a falta de estrategias de desarrollo verdadero y coberturada por la prensa en streaming como el gran circo del año, solucionador de la debacle económica y la tragedia de una ciudad que ha dejado de ser un polo de desarrollo en Oaxaca por su violencia e incremento de pobreza desde hace 3 años, según revelan datos federales de seguridad y desarrollo social, donde afirma el documento, no ha tenido el municipio crecimiento económico.

Después de las lucecitas la realidad que desgarra a los tuxtepecanos: un comando armado de 6 hombres se llevó a un maestro de su casa, derrumbaron la puerta frente a dos niños y una esposa aterrorizada en una de las colonias aledañas a la plaza comercial más importante, vecinos valientes, aporreados por las luces navideñas llaman a la policía municipal. No llegan las patrullas, el levantón, la calle sola y el silencio nuevamente. Todavía esta mañana ninguna autoridad se había presentado en los alrededores del domicilio referenciado, estas historias se multiplican mientras Fernando Dávila es capaz de pensar en zoológicos, rutas turísticas donde no se vea la sangre, politiquería de campañas electorales venideras y de una vez, reírse en una transmisión en vivo cuando le preguntan sobre la negligencia de su gobierno en el caso del becario Pedro Lezama, que se debate entre la vida y la muerte.

De ese tamaño es el olvido del gobierno de Tuxtepec, sus policías, sus autoridades y la prensa. Hay una ciudad cuyo territorio es controlado por fuerzas políticas que no gobiernan, que no denuncian, que no enfrentan, que dejan pasar, que dejan hacer, que dejan en el municipio los hombres de las armas echen raíz y esta deje de florecer la muerte para las décadas venideras. Tuxtepec es una zona de silencio donde la prensa se autocensura y prefiere la simulación facturada de convenios publicitarios, las coberturas fáciles de un presidente municipal acostumbrado a los discursos de despensas y de pobreza, mientras la ciudad que gobierna se acerca a los 500 ejecutados durante su mandato y se ha convertido en uno de los municipios más violentos, con el lugar 17, entre los 2 mil 458 de todo el país.

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