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Scriptorium

Donaldo Borja

Luis Donaldo Martínez Borja estudió la licenciatura en Filosofía. Ha sido profesor de latín y etimologías grecolatinas, español, Historia, Formación Cívica y Ética. Creador del programa de Radio Tertulias en la azotea dependiente de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y Café Filosófico Oaxaca. Es creador del Club de Lectura Tertulias en la azotea, y promotor de lectura acreditado por el Fondo de Cultura Económica.

  • Hace siete años en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, tuve el grandísimo honor de conocer a un viajero de las palabras: al poeta Óscar Oliva. Hombre de palabra viviente que, entremezcla y sazona bajo la experiencia de los años, el magnífico arte de las formas y estructuras propias del lenguaje.

 

Siempre he pensando que los poetas son una clase de místicos que viven contemplando la vida, una clase de personas que gozan de una sensibilidad extraordinaria para encontrar la esencia de las cosas, comunicarlas y dibujarlas en las mentes de otros a través de las palabras. La poesía, pienso que es sagrada y ordinaria, palabra viviente que canta y enmudece. Poesía y poeta son viaje y viajero: experiencia.

Hace siete años en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, tuve el grandísimo honor de conocer a un viajero de las palabras: al poeta Óscar Oliva. Hombre de palabra viviente que, entremezcla y sazona bajo la experiencia de los años, el magnífico arte de las formas y estructuras propias del lenguaje. Ganador de múltiples premios, escritor de varios libros entre los que destacan: La voz desbocada en La espiga amotinada, Estado de sitio, Lascas, Escrito en Tuxtla, por mencionar algunos. La carrera preeminente del poeta Óscar Oliva, traza un camino del Sur (Chiapas) para el mundo.

El mapa poético que, el maestro Óscar, traza con tinta y memoria se ve reflejado en su poema Al volante de un automóvil por la carretera panamericana de Tuxtla a la ciudad de México. Estas letras inmortalizadas reflejan el homo viator y el viaje del héroe. Al inicio del tejido poético, el autor se presenta en un punto de partida, en un lugar geográfico y simbólico: Tuxtla, el Sur, el último Estado del País. ¿Qué hay en el Sur? Este peregrinaje trae tras de sí, en forma de retrospectiva, la descripción de aquellas maravillas ignotas u olvidadas: las piedras, los árboles, los millones de metros, las curvas y rectas de la carretera.

Posterior a esta descripción que, desde el punto de vista de la teoría del viaje del héroe sería el mundo ordinario. Se irrumpe por la aparición de las figuras retóricas que concatenan cada uno de los versos, introducen al lector en las olas de una poesía que suena a mar en calma, pero, firme. Una entrada de metáforas que acompañan el ascenso y muestran el mundo, representado en la ciudad de México, a un joven de provincia que va descubriendo y encarnándolo bajo los puñetazos de la realidad. Este poema va de lugar en lugar, moviéndose lenta y sigilosamente, para detallar la vida de un estudiante, de una persona que se va haciendo hombre: hombre de poesía y poesía de hombre, y como el autor mismo sentencia:

“Frenando bruscamente

para no atropellar todo lo escrito

y a mí mismo.

Para continuar ascendiendo y descendiendo”.

 

Hace siete años que este poema llegó a mis manos, y con él se realizó un trabajo en conjunto de traducciones al zoque, tsotsil, ch’ol, chiapa, inglés y latín. Al traducir o, mejor dicho, al recrear el poema al latín, no sólo se abría ante mí un trabajo complejo, si no un camino para conocer a ese poeta: hombre y viajero. Este poema plantea una geografía de lo humano: el ser-humano y el hacerse-humano. Es entre estos versos donde se gestó mi aprecio por las rutas humanas que lleva al misterio de la vida.

En la memoria atesoro profundamente aquella primera conversación con el poeta. Dicho diálogo la comparo con el epistolario de Rainer Maria Rilke al joven poeta Franz Xaver Kappus, donde de modo singular, entre el maestro Óscar y Rilke, parecen concebir que el origen de la poesía son esas preguntas profundas que el ser humano se hace y que sólo en la soledad y en el camino hacía sí mismo (el autoconocimiento) se pueden responder. En nuestro primer diálogo, el maestro Óscar mencionaba que debemos leer las olas escarpadas de la poesía, pienso, ahora que el tiempo ha pasado, que el autor de Estado de sitio, hablaba de la ruta personal, el camino propio, que puede nacer desde nuestra geografía territorial hacia la geografía de lo humano.

Óscar Oliva, el poeta del sur, tiene un legado de nobles palabras que son resistencia, descripción, vida y misterio. Hoy en día, la voz del poeta sigue sonando, remarcando la importancia del sur, quizá por ello, el amigo de Juan BañuelosJaime LabastidaJaime Augusto Shelley y Eraclio Zepeda, intitula a su última obra: Escrito en Tuxtla, es mera probabilidad, pero, quizá, el maestro Óscar sigue invitando a todos a tomar el volante del automóvil de la vida propia y hacer la ruta del Sur a las regiones cosmopolitas sin olvidar nunca de dónde somos.

 

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Fotografía: Óscar León Ramírez/ Cuartoscuro

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