Rafael Camacho (subversiones.org) .- Desde el pasado primero de diciembre de 2012, se ha hecho presente en muchas movilizaciones en la Ciudad de México. Se identifica a la vista como un contingente de encapuchadxs que en su mayoría visten de color negro o colores obscuros. Es el bloque negro una mezcla de individualidades y colectividades que se unen para implementar la estrategia de la acción directa contra los símbolos del Estado y el capital.
Han pasado ya dos años desde aquel sábado, cuando miles de manifestantes fueron a expresar su repudio a las inmediaciones de un fortificado Congreso de la Unión. En su interior, Enrique Peña Nieto tomaba protesta como presidente, al exterior, miles de manifestantes chocaban contra las vallas de la ignominia desde muy tempranas horas.
Decenas de heridxs y detenciones arbitrarias saldaron esa jornada, pero fue la radicalización de la protesta la que acaparó los titulares de la prensa de paga. Dos fuertes enfrentamientos, uno en San Lázaro y otro en las inmediaciones del Palacio de Bellas Artes, cimbraron las «formas establecidas» de la movilización social en el Distrito Federal.
A las decenas de encapuchadxs que se prepararon para atacar organizadamente las estructuras y símbolos del poder político y económico, se sumaron centenares de manifestantes que, por diversas razones y con diferentes banderas, decidieron ir al choque frontal contra la policía. Es desde entonces que el bloque negro ha adquirido mayor visibilidad en las movilizaciones.
Si bien en México ha irrumpido con mayor fuerza en los últimos dos años, esta estrategia ha sido usada en varias partes del mundo desde hace mucho tiempo, desde Grecia hasta Chile pasando por un buen número de países. Miles de personas se han sumado a los bloques negros, algunas reivindican la legítima autodefensa y van preparadas con piedras y palos para defenderse en caso de que la policía quiera cargar contra la manifestación, otras lo hacen con el objetivo de atacar frontalmente a quien consideran sus enemigos, el Estado, el capital y los defensores de los mismos: la policía.
A pesar de sus constantes apariciones a lo largo y ancho del mundo, tanto la prensa comercial como una buena parte del movimiento social han sido incapaces de afrontar la irrupción de este actor social en las movilizaciones de una manera ecuánime.
La primera ha optado por lo que mejor sabe hacer, utilizar la información como mercancía. En una sociedad como la nuestra la violencia vende, por lo que dicha prensa se ha dedicado sistemáticamente a publicar fotos de cristales rotos, objetos en llamas y enfrentamientos con la policía, difundiendo rumores no verificados desde sus columnas y reportajes, sobre cualquier movilización que transgrede lo «pacífico».
Por su parte, un sector del movimiento social y ciudadano ha sido incapaz de entender que hay quienes han optado por otras vías ante el evidente agotamiento de las formas de lucha como son la marcha, el mitin y el plantón, tachando a los encapuchados como infiltrados de la policía que son usados para desprestigiar al movimiento y justificar la represión. Como si la policía necesitara justificar la represión, como si no fuera línea editorial de los medios de paga desprestigiar a los movimientos sociales.
No por esto se puede negar la infiltración de la policía en el bloque negro, pero el espectro de infiltración policial en los movimientos sociales va mucho mas allá de éste. Los agentes del gobierno están infiltrados en decenas de colectivos y organizaciones, buscando desmovilizar y obtener información de sus integrantes. No olvidemos a Manuel Cossio el infiltrado del CISEN en el movimiento #YoSoy132, que desde su surgimiento se caracterizó y reivindicó como un movimiento pacífico
Es muy corto de visión negar la rabia desbordada con la que lxs jóvenes han decidido salir a la calle buscando un distanciamiento de las formas de lucha que consideran caducas; es muy corto de visión negar la rabia contenida por la suma de agravios contra una sociedad que ha cerrado todas las puertas a una extensa franja de la población, cortando toda posibilidad de un desarrollo integral como seres humanos y que a cambio, sólo ha ofrecido trabajos basura y sometimiento ante el poder como futuro.
A dos años del #1DMX, hoy vemos un bloque negro más amplio e integrado principalmente por jóvenes con objetivos comunes: enfrentarse a la policía y destruir los símbolos del Estado y el capital. Negar la existencia de este conflicto y tachar a todxs quienes han optado por esta forma de lucha de ser infiltrados del gobierno sólo abona la estrategia de terror del Estado, que busca causar miedo entre lxs manifestantes para inhibir la protesta social que ha surgido legítimamente y desde distintos sectores, ante la avalancha de abusos y atropellos que se viven día a día en estos territorios.