Antonio “Gordo” Sacre Rangel está acostumbrado a que varios reporteros o periodistas le digan “presidentazo” y le limpien las corruptelas de su “renacimiento violento”, o al menos la herencia última que deja como presidente municipal después del momento cumbre de su nepotismo, cuando inmortalizó a su padre “Tonche” Sacre en esos cuadritos del Salón de Presidentes del Ayuntamiento. Lo noticioso o digno de análisis a partir de esa costumbre son sus revelaciones, casi siempre claridosas, torpes y gangas para la nota febril. Ayer se puso a aclarar “cosas que no son ciertas en los medios de comunicación” y se aventó una revelación contra escriptus que usted difícilmente verá analizar en programa de televisión o en medio consagrado alguno.
Y dijo textual: “La gente que dice cosas (entiéndase periodistas) son gente que tiene malestar porque no le cayó la liebre (entiéndase chayo a cambio de silencio para no comentar sus pendejadas públicas) y porque no hay, le molesta”. Es decir que con quienes hablan bien de él sí cayó el chayo, o para puntualizar mejor, cayó el dinero público, ¿no?
Lo lamentable de su revelación es que dicha declaración la hizo delante de esos mismos medios a los que sin inmutarse sus patrones, hicieron caso omiso. “Entre gitanos no se leen las manos”, seguramente dirán muchos con un cinismo lamentable para las nuevas generaciones de periodistas a quienes el “Gordo” Sacre le enseña los usos y costumbres de la “prensa vendida”. Los que hablan bien de Sacre o los que no dicen sus pendejadas literales fueron tratados por el mismo presidente municipal como serviles. Cómplices al fin y al cabo del saqueo. Mientras que los que lo critican es porque no recibieron nada. Y aunque no le interese al munícipe y menos a quienes han hecho de la extorsión y el mal periodismo su modo de vivir, desde aquí le decimos a la liebre huatulqueña que también hay periodistas que no son “lameculos”.