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AMOR DE CABARET | El BAILADOR

  • Uno hubiera esperado de Irineo Molina más conciencia social, porque además estuvo enfermo de covid-19 antes de iniciar el proceso electoral, y ha visto morir amigos queridos y cercanos a su causa como Sergio Sánchez Fentanez de esta enfermedad, pero no fue así, al final no hizo la diferencia en su cierre y se volvió igual que los demás. Juntó a miles de personas en plena pandemia para culminar la fiesta de los “Juego del Hambre” como lo han hecho toda la vida la oposición y los fifís.

Antonio Mundaca

Uno hubiera esperado que Irineo Molina Espinoza, candidato a la presidencia municipal de Tuxtepec por Morena, actuara con más consciencia social en el cierre de su campaña pero no fue así. Tuvo que demostrar el músculo y actuar de la misma forma en que actuaría un candidato del viejo PRI, sacrificando ovejas para fotos históricas y violentando las recomendaciones que prohíben eventos masivos por el Sector Salud y el Instituto Nacional Electoral (INE), disposiciones que todos los candidatos han violado en gran medida, pero el candidato de la transformación, le puso de su cosecha trayendo al grupo Junior Klan, como en esos días donde la mafia del poder, urgía a darle al pueblo pan y circo, con la salvedad de que aunque Tuxtepec sea un municipio tropical, hoy hay una pandemia que se sigue llevando vidas y a esos actos públicos masivos se les llama irresponsabilidad social.

Y uno hubiera esperado que Molina Espinoza actuara distinto, sobre todo porque de ganar la contienda enfrentará una grave crisis de salud pública que se vislumbra en los meses que vienen, pero tuvo que ponerle su frijolito al arroz de una campaña que parece que sobrevivió a los ataques de enemigo externos, pero sobre todo enemigos internos, que no quieren verlo gobernar Tuxtepec porque afecta a sus futuros políticos.

Uno hubiera esperado más consciencia social de Irineo Molina, pero al final es un político pragmático. Es la lógica de la clase política mexicana, que atrás se quede “el prójimo”, ese parásito en el mundo que arruina sus ambiciones personales: obtener el poder.

Uno hubiera esperado de Irineo Molina más conciencia social, porque además estuvo enfermo de covid-19 antes de iniciar el proceso electoral, y ha visto morir amigos queridos y cercanos a su causa como Sergio Sánchez Fentanez de esta enfermedad, pero no fue así, al final no hizo la diferencia en su cierre y se volvió igual que los demás. Juntó a miles de personas en plena pandemia para culminar la fiesta de los “Juego del Hambre” como lo han hecho toda la vida la oposición y los fifís, y cerró la celebración de la democracia con una gran fiesta Covid, con Ángel Domínguez y Laura Estrada de colados.

Ahora solo queda esperar para ver cuántos intubados deja el magno evento, y cuántos de esos no verán llegar la 4T a Tuxtepec porque tuvieron su pachanga patrocinada por su candidato favorito, y es que es reprochable en todos los candidatos sus cierres masivos, sobre todo en un país que con un alto subregistro de muertes, pero uno hubiera esperado algo distinto del candidato puntero que se alista a transformar Tuxtepec con la misma conducta de los que gobernaron antes.

Tal vez se trata que los ciudadanos hemos normalizado en Tuxtepec que nos hayan convertido en ciudadanos de cuarta, porque es lo único que conocemos, y una fiesta Covid puede devolvernos la alegría, quizá porque la clase política, llámese Irineo, Laura, Ángel, Chester, María Luisa, Noé, nos enseñaron con sus cierres masivos que es normal vivir con la muerte patrocinada, donde ellos tienen privilegios que los salvan y quizá por eso, con cumbiones de campaña, podemos hacer más llevadera y romantizar que somos parte de la democracia rica en un país de miserables.

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