Skip to main content

Scriptorium

Donaldo Borja

Luis Donaldo Martínez Borja estudió la licenciatura en Filosofía. Ha sido profesor de latín y etimologías grecolatinas, español, Historia, Formación Cívica y Ética. Creador del programa de Radio Tertulias en la azotea dependiente de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y Café Filosófico Oaxaca. Es creador del Club de Lectura Tertulias en la azotea, y promotor de lectura acreditado por el Fondo de Cultura Económica.

  • Mirando los gigantes del escultor oaxaqueño Alberto Aragón Reyes, nos sabemos enanos que, aplastados por la ignorancia, trepamos hacía los hombros de los grandes que han sabido ver un mundo diferente: Y es ahí donde la grandeza del hombre se origina. Esas piezas de arte no son enunciados mudos, son metáforas vivas de nuestro trabajo, esfuerzo, dolor y cansancio.

 

Era poca, quizá muy poca mi edad, cuando el abuelo, el hombre más alto de mi familia, me subía en sus robustos hombros y me elevaba sobre las cabezas de la gente del pueblo. Era sin temor a equivocarme un “enano en hombros de un gigante”. No tenía conocimiento de Bernardo de Chartres, quien hace más de 800 años atrás, en lo que hoy conocemos como Francia, había pronunciado el aforismo latino: “nanos gigantum humeris insidentes” en su obra Metalogicon. El muy ilustre Isaac Newton había empleado la frase de Bernardo, pero la historia no le hizo justicia a este monje filósofo neoplatónico.

La frase mal atribuida a Newton ha permeado el devenir de la historia, y ahora, se vuelve una preminencia entre los oaxaqueños, y es que hace unos días, de la noche a la mañana, aparecieron unas esculturas que adornan la Alameda de León, aquí en Oaxaca. No falta con buscar las imágenes y, como estampida, aparecen los seres de hierro, obra del escultor oaxaqueño Alberto Aragón Reyes. ¿Qué nos quera decir el artista plástico? Vamos a presuponer un silencio atónito y comencemos a jugar con la imaginación, sintiéndonos unos niños que, abalanzados sobre nuestros gigantes: abuelos o padres, hermanos o tíos, nos recuerdan ese momento de máxima alegría, de poder ver más allá de lo que nos resulta evidente.

La mitología con sus pasos de dama nos vuelve a jalar hacía el profundo misterio, a las explicaciones que con su voz de musa nos llevan a interpretar la realidad. La mitología griega nos menciona que, los gigantes fueron una creación de Gea y la sangre derramada de Urano tras su castración. Feroces, de carácter fuerte y colérico, los gigantes aparecen después de los titanes, su naturaleza agresiva los llevó, dice la mitología, a cometer actos atroces, como el gigante Porfirión que violó a la diosa Atenea, la cual, lo arrojó a la montaña Etna. Atenea, la diosa de la guerra. Y si lo pensamos de forma tácita, cada uno de nosotros lucha con sus gigantes, como David y Goliat. La alegoría se presta para entender que los gigantes pueden ser nuestros problemas, esos que aparecen en la vida cotidiana, y nosotros, mortales enanos peleamos contra ellos con el fin de resolverlos.

Sin embargo, los gigantes, también, tienen otra cara. La polisemia de la imaginación nos permite jugar con ellos y darnos cuenta que los grandes hombres, también son gigantes en las áreas del conocimiento, y es claro, que todos tenemos a una persona que la consideramos un referente en nuestra vida, bien sea por que tiene una experiencia que se transforma en sabiduría, o bien, por que su conocimiento nos ha llevado a ver las estrellas, o ver horizontes diferentes. Chartes, citado por Newton, hacía esta bella referencia, pues subidos en los hombros de estos colosos nuestra vida ha cambiado radicalmente. Nosotros, somos enanos, que aplastados por la ignorancia trepamos hacía los hombros de los grandes que han sabido ver un mundo diferente.

Ahora, bien, Alberto Aragón Reyes, nos presenta una obra tejida con acero que, quizá, y sepan perdonar la interpretación, representa lo que somos los mexicanos, los oaxaqueños. Unos gigantes colosos que caminamos abatidos, nunca derrotados, cargando el peso de la civilización capitalista que rasga nuestras espaldas y nos araña con los frutos de la pobreza. Y es que el precio de ser “civilizados” nos ha llevado a las conductas más atroces, como el abandono, la violencia, el maltrato, etc.  Hombres y mujeres de acero que, mantenidos en pie, desnudos y vulnerables, caminamos en ocasiones sin rumbo, dejando una huella inmensamente grande, aquí caben las palabras del poeta José Agustín Goytisolo en Palabras para Julia, “Te sentirás acorralada/ te sentirás perdida o sola/ tal vez querrás no haber nacido […]. Otros esperan que resistas/que les ayude tu alegría/ tu canción entre sus canciones.” Y es que el artista en su obra, coloca a los gigantes mirando al suelo, como diciendo “no te olvides donde pisas, no olvides tus huellas, que son para otros, camino a seguir.”

 

Entre las obras del Alberto Aragón Reyes, aparece el tótem, la magia y misterio de nuestras creencias, ¿qué sería el hombre sin sus creencias? ¿a dónde iríamos si no creemos en algo? Esa magia transformadora que nos hace vivir, ese símbolo mudo que permanece y que camina con nosotros. Es ahí, donde la grandeza del hombre se origina, donde Era, Urano, Cosijo o Dios, nos tiende la mano misteriosa para seguir erguidos y caminar, aún arrastrado el peso de nuestra existencia. Y justamente, la quinta pieza, como una quintaesencia, remueve el sentir de los viandantes que se paran por la selfi en la Alameda, el Pescador que camina arrastrando su sobrevivencia. Esas piezas de arte, no son enunciados mudos, sus pies muestras camino tendido, sus manos una dialéctica de trabajo, esfuerzo, dolor y cansancio. Pero, nunca, derrotados por el abismo de los problemas.

Y aunque, muchos ven a los oaxaqueños como chaparros, prietos y panzones, la interpretación de esos adjetivos, son estampa que nos recuerda que somos enanos, que somos gigantes, y que nuestra vida, tiene mucho por ofrecer en medio de la agitación de las fiestas. Esas piezas de acero, nos recuerdan a todos que estamos parados en hombros de gigantes que han hecho de nuestra historia, quizá no la más buena, pero sí, la mejor versión de la historia del ser humano.

Deja una Respuesta