Scriptorium
Donaldo Borja
Luis Donaldo Martínez Borja estudió la licenciatura en Filosofía. Ha sido profesor de latín y etimologías grecolatinas, español, Historia, Formación Cívica y Ética. Creador del programa de Radio Tertulias en la azotea dependiente de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y Café Filosófico Oaxaca. Es creador del Club de Lectura Tertulias en la azotea, y promotor de lectura acreditado por el Fondo de Cultura Económica.
- El arte de la educación consiste en enseñar, aprender, aprehender, asimilar, comprender y proyectar a los otros lo que hemos aprendido. Y eso es justamente lo que el arte hace: reinterpretar la realidad.
El nuevo ciclo escolar está a la vuelta de la esquina. Las carreras por la compra de los útiles escolares, los uniformes y demás, ya inician su cuenta regresiva. Pero, si hay algo, que es sumamente complicado comprar, es la educación. En los tiempos actuales que vivimos, hablar de educación es vincularse a las especializaciones científicas o disciplinares como Ciencias de la Educación y Pedagogía, por mencionar algunas.
Sin embargo, educar, va más allá de las especulaciones de los pedagogos, de la gente muy sesuda que tras un escritorio suele pensar sobre educar, va más allá del docente que, sin la experiencia de la maternidad o la paternidad activa, dice educar. Sin temor al error, la educación es un arte que se perfecciona de manera continua. Los especialistas de la educación pueden de manera simétrica otorgar parámetros que ayuden a quiénes ejercen algún tipo de enseñanza. Pero, educar, sólo pertenece a dos agentes.
En el común de la sociedad, se “manda” al niño a la escuela para que reciba una educación y, por ende, sea educado. Se suele malinterpretar el término “educar” con “cultura” o “aprendizaje”. Aunque no están del todo separados, si es posible distinguirlos. El hecho de mandar o de que asista una persona a la escuela, no es signo de “buena educación”. Se decía más arriba que educar era un arte. Ars educandi y ars educendi. Y sí, estos latinismos consolidan la idea. De manera muy práctica y sintética, el arte es una manifestación del espíritu humano que se abre camino a través del ingenio, la disciplina, la continua práctica y la constancia para reinterpretar la realidad. Es por ello que todos tenemos un artista en potencia, pero no todos lo explotamos, ya que comprometerse con el arte es una entrega.
Y ¿Qué tiene que ver la educación con el arte? Educar procede de dos palabras en latín educare y educere. Es un doble movimiento. Educere designa al movimiento de afuera hacía dentro, a nutrir, criar, acompañar y dirigir. Educare es recibir de alguien más “algo” que pueda funcionar en nuestras vidas, y aquí entran los padres de familia, los tutores legales o la familia en general. Por ejemplo, la carga de valores no es dada en la escuela, ahí solo se refuerzan los valores enseñados y aprendidos desde casa (Educare). De ahí, que uno de los agentes de la educación sea el que muestra el camino, por ello, distinguíamos que un docente o maestro, no necesariamente puede educar, pero sí enseñar. Por otro lado, el término educere, designa un movimiento de a dentro hacía afuera. Quien recibe la educación, está comprometido a dar algo, a mostrar lo aprendido, incluso a dirigir a alguien más. Educere es dar algo de lo que hemos aprendido. Dicho esto, la vinculación del arte con la educación consiste en enseñar, aprender, aprehender, asimilar, comprender y proyectar a los otros lo que hemos aprendido. Y es que justamente el arte eso es lo que hace, reinterpreta la realidad. De ahí que, así como hay buenos y malos artistas, también, hayan buenos y malos educadores y educandos.
La educación no se reduce a la escuela como lugar común, al contrario, en la escuela se refuerza lo que se aprende en el hogar. Por esta razón, educar es un arte que, debe tener muy en cuenta el lienzo, mármol o material noble donde se va imprimir una primera reinterpretación de la realidad, y si está reinterpretación es anómala es responsabilidad directa de los primeros educares: los padres o tutores. Tristemente se ve al docente o al maestro como responsable de la educación. Estos últimos solo son los pulidores de la pieza de arte, son quienes ayudan a potencializar verdaderamente el segundo acto de la educación, quienes ayudan a proyectar los fruto de lo aprendido.