Juntas
Veredas Psicosociales
Veredas Psicosociales es una organización de mujeres que acompaña proyectos de vida digna y contrarresta los efectos de las violencias y desigualdades desde el feminismo y una perspectiva psicosocial.
Pero de la melancolía y la desilusión,
brotaba la utopía de un mundo
cualitativamente distinto,
la proyección imaginativa de un futuro anhelado,
que superaba el devenir catastrófico
de una historia atravesada por el dolor,
la violencia y la falta de libertad.
Gilda Waldman
El diccionario de la lengua española equipara la desesperanza como sinónimo de sentir desesperación, angustia, desaliento, desánimo, abatimiento, pesimismo, desespero, bajoneo. Y es evidente que desde hace unos años en el país existe un sentimiento compartido y colectivo, que muchas veces se percibe, casi en cualquier circunstancia que implica un encuentro con alguien, en la sobremesa del domingo, en una charla con un vecino o en la plática de pasillos en el trabajo, en estas circunstancias de encuentro, en muchas ocasiones se hace presente como tema de conversación, lo negativo que está la situación de violencia en el país.
¿Y cómo no sentir desesperanza frente a los actuales escenarios de crisis en múltiples y distintos niveles? Si cada día se nos muestra un bombardeo de noticias que en su intento por describir “la evidente realidad” como la crisis de inseguridad debido a los robos a plena luz del día, y otros males que nos aquejan como la desaparición forzada de personas, los feminicidios de cientos de mujeres a lo largo del territorio, así como los asesinatos de defensores, periodistas y la impunidad con la que se dan muchos de estos actos atroces de los cuales somos testigos todos los días.
Ante estos hechos nos encontramos sin respuestas a las preguntas de lo que nos gustaría remediar, y nos toca sólo atestiguar la emergencia de los tiempos, que desencadena un cúmulo de estímulos que si se prolongan en el tiempo, pueden llegar a generar diversas repercusiones y malestares en múltiples niveles de la salud física o mental pero, sin lugar a dudas, uno de los ámbitos que más ha surtido los efectos de estas crisis es la desvinculación o fragmentación de los vínculos entre las personas.
Afectando sobre todo nuestra forma de percibir lo que acontece alrededor y provocando que muchos de estos hechos sean percibidos como lo normal, y pasemos desapercibidos o simplemente ya no tengamos ninguna reacción que nos “con-mueva” para accionar frente a lo injusto de los hechos. O, por el contrario, que nos demos a la tarea de buscar nuevos hechos cada vez más crueles, sumergiéndonos en un ciclo repetitivo de normalización de la violencia y el dolor.
Sin embargo, la razón de escribir este texto es porque nos queremos detener en la afectación social, que nos lleva a sentirnos tan abrumados por lo cruel de los hechos, que de pronto, sólo nos paralizamos de frente a estos sucesos, porque nos parece inadmisible que sucedan.
Durante los últimos días hemos leído que “México es una fosa abierta” afirmación que se ha hecho viral en medios, luego de que haya sido descubierto un rancho de exterminio en Teuchitlán, Jalisco, que en palabras de la vocera de la oficina de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (ONU), Liz Throssell, “es perturbador”.
Por lo que, no sólo ha llamado a las autoridades a garantizar “investigaciones exhaustivas, independientes, imparciales y transparentes sobre los delitos cometidos en el sitio”, sino que ha evidenciado lo que tanto se ha denunciado, “lo más grave es que el rancho haya sido intervenido previamente por autoridades estatales y federales sin que se abordará una línea de investigación”.
Frente a lo acontecido el pasado 5 de marzo en el rancho Izaguirre. Se retrata un ejemplo claro de que esta afectación social de parálisis es tan atroz, que las posibilidades para reconstruir, mirar y tratar de entender lo acontecido ¡sea tan tremendo! que no nos haya llevado a la indignación y a las acciones colectivas.
Beristain y Riera (2003) a lo largo del trabajo que han hecho acompañando procesos de violencia sociopolítica, han evidenciado y denunciado que uno de los principales objetivos de este tipo de violencia sea “paralizar mediante el horror”. La violencia sociopolítica provoca “que la gente no sea consciente de sus finalidades y tenga menos posibilidades para defenderse” (p.25).
Será acaso que la desesperanza y la parálisis que sentimos, y que hemos compartido durante las últimas horas, sean sólo síntomas de haber vivido y prolongado por muchos años la violencia sociopolítica y hemos interiorizado como normal lo que ante los ojos de extraños resulta perturbador.
Porque si la violencia sociopolítica pretende – no hay que olvidarlo – romper el tejido colectivo y solidario, porque el poder dominante necesita la sumisión de los individuos para imponer sus objetivos que permitan continuar un proceso de explotación. Para hacerlo, han desarrollado una serie de estrategias “que buscan causar daño en múltiples niveles, ámbitos y estructuras de la sociedad, implementada por agentes estatales por acción, omisión o complicidad con actores fácticos como el crimen organizado, las empresas privadas, los medios masivos de comunicación, etc.” (p. 6).
Lo que aconteció hace unos días en ese rancho de exterminio, tiene un nombre y reconocerlo se hace necesario. Se hace importante como forma de revertirlo y de protegernos, saber de dónde viene, cuál es su efecto, su objetivo y sobre todo saber su intención.
¿Qué nos queda por hacer?
No queremos abonar con este texto a la desesperanza sino por el contrario, como acompañantes de violencia sociopolítica desde el enfoque psicosocial, consideramos que es importante contribuir a construir respuestas.
Y es por esto que, como respuesta, ante cualquier hecho atroz, lo más urgente será encontrar las maneras de acompañarnos juntxs, la de juntarnxs a encontrar en la parálisis colectiva formas de afrontar y resistir. A inventar posibilidades, reflexiones y preguntas pertinentes que nos lleven a detenernos y sobre todo la de atrevernos a sentir dolor y rabia colectiva por los hechos.
Y una vez hecho esto, que sigamos tejiendo redes, que encontremos en la indignación más que quejas, formas para seguir denunciando nuestra oposición frente a un sistema que reproduce muerte y despojo. Y que sigamos oponiéndonos contra el horror.
Que la desesperanza mirándola desde esta apuesta psicosocial sea el camino que nos lleve a re-aprender a vincularnos, a tejernos, no sólo con lxs vecinxs, lxs amigxs, las niñeces, sino con el territorio y la vida que hay en ellas, la vida que también somos y que seguiremos defendiendo.
Referencias*
Beristain, C. y Riera, F. (2003) Afirmación y resistencia: la comunidad como apoyo. Virus Editorial.
Díaz, G. (14 de marzo de 2025). Hallazgo del rancho en Teuchitlán es “perturbador”: ONU. Revista proceso.
https://www.proceso.com.mx/nacional/2025/3/14/hallazgo-del-rancho-en-teuchitlan-es-perturbador-onu-347414.html