Scriptorium
Donaldo Borja
Luis Donaldo Martínez Borja estudió la licenciatura en Filosofía. Ha sido profesor de latín y etimologías grecolatinas, español, Historia, Formación Cívica y Ética. Creador del programa de Radio Tertulias en la azotea dependiente de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y Café Filosófico Oaxaca. Es creador del Club de Lectura Tertulias en la azotea, y promotor de lectura acreditado por el Fondo de Cultura Económica.
- Hablar de la belleza nos llevaría a entramar una compleja red de preguntas sobre la historia de las ideas estéticas, pero de manera general, la mayoría de personas denominan algo bello en relación al deleite que causa a los sentidos. Esta convención social, sin embargo, ha impedido que se piense en lo profundo: En la idea de la belleza en sí.
La mayoría de veces, al toparme algo que la convención social denomina bello, siempre intento cuestionarlo, en ocasiones esto bello responde a un acto de bien. Es bello porque es bueno. Sin embargo, hay ocasiones en que los demás dicen que algo es bello o hermoso solo por un canon impuesto por los amos de los medios de comunicación. Esta falsa convención social nombra lo bello según una perspectiva que convenga a lo comercial más que a lo real.
Hablar de la belleza resultaría una compleja trama de preguntas que nos llevaría a tratar una historia de las ideas estéticas. Pero, de manera general, el sentido común consumista y comercial que poseen la mayoría de personas, denominan a algo bello en relación al deleite que causa a los sentidos, principalmente, a la vista. Así, decimos que un paisaje es bello por cómo se ve, que ese animal es bello por su estatura o pelaje, que ese hombre o mujer son bellos por su físico, su color de piel, por su altura, su forma de pensar, etc. Entonces, la belleza se percibe desde los sentidos, pero, no se viaja a la profundo, a lo bello en sí.
¿Qué sucede cuando algo no es bello, es decir, cuando algo no agrada a los sentidos? Y sí, se termina modificando la cosa para que esta se convierta en algo que agrade, encaje en la belleza pensada. Decir “modificación” es una manera educada de decir “mutilación”. Hasta el lenguaje se presta para que el golpe de ruptura no se muestre como una agresión. Pensemos, por ejemplo, una prenda de ropa a la cual le cortamos partes para que nos quede y “se vea” más bonita; pensemos ahora, en las personas que se someten a cirugías plásticas o tratamiento de bótox; pensemos aún más, en las personas que tienen que mutilar partes de su personalidad para encajar en un grupo social. La mutilación es un instrumento de la belleza condicionada a cánones impuestos por tendencias sistemáticas.
Baste entender el cuento de Cenicienta que compilaron los hermanos Grimm, que no tiene que ver, justamente con la mutilación estadounidense hecha en 1950 por Walt Disney. En el relato de los hermanos Grimm las hermanastras de Cenicientas son personas hermosas que, movidas por la maldad de su madre, una termina mutilándose los dedos y la otra el talón, bajo la justificación de que nunca caminarán a pie cuando sean reinas. ¿Por qué dos mujeres que se presentan como bellas terminan mutilándose bajo la dirección de la madre? La respuesta no es obvia. Toda mutilación de la belleza personal (física o espiritual), permanece a un interés de un sistema. Con justa razón, podemos entender porque muchos de nuestros preadolescentes, adolescentes, jóvenes y algunos adultos, terminan mutilando parte de su personalidad para encajar o ser cómo los otros nos piden. Nos terminamos cortando los talones y de dedos del alma.
Todo lo bello está relacionado con bueno. Pero, no con lo ontológicamente bello, es decir, con aquella cosa que por el hecho de existir es bella en sí y no lo determina la apariencia, en una frase más coloquial: hablamos de la belleza interior. Por su parte, lo feo está relacionado con lo malo. ¿De dónde surgió esta versión de la estética? Los sistemas de poder y el discurso sobre la primacía racial han llevado a establecer estos parámetros.
Volviendo al cuento de la Cenicienta, ahora presentado por Disney, las hermanastras de Cenicienta aquí se presentan como personas estéticamente “feas” y, que terminan siendo malas. En esta versión, lo feo es malo por sí mismo y justificado por el sistema. En la Cenicienta de Disney, nadie se mutila nada, pero, la fealdad visible es signo de maldad. Mientras que en los hermanos Grimm, no se necesita ser feo para ser malvado, aunque sí existe un sistema de maldad.
Las versiones de ambos cuentos no son más que un planteamiento que navega entre lo estético y lo moral. Lo bello es bueno y lo feo es malo. ¿Pero, realmente esto debe ser así? ¿Qué pasa con las cosas bellas que son malas? ¿Qué sucede con un medicamento cuyo sabor es amargo o cuyos efectos secundarios causan algunas deficiencias, pero, trae consigo la restauración de la salud?
La lógica estética implantada, principalmente, por los sistemas raciales, como la visión estadounidense, o la alemana en tiempos del nacismo, han llevado a que las mutilaciones estéticas sea el pan de cada día. Cortar aquellas partes de nuestra belleza, o confundir que porque somos bellos somos buenos, nos puede llevar a la realización de los actos más deplorables. Aún así, como último ejemplo, el diablo, como una existencia del mal, no responde a la lógica que plantean los sistemas, esta entidad resulta bella, es un “mal bello” o mejor dicho, un mal aparentemente bello, por esta razón sigue atrayendo y convenciendo a tantos. La belleza no responde a complacencias, sino a realidades existentes en sí, a un plano profundo y metafísico, que podemos denominar belleza ontológica.