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El albergue Madre Teresa de Calcuta es un proyecto social que brinda comida, refugio a personas de diversas comunidades de la cuenca que visitan el hospital de Tuxtepec, se mantiene a través de una cuota de 5 pesos la noche y donaciones

 

ANTONIO MUNDACA/@amundaca

 Techo y cama limpia

En el pabellón de hombres casi al final del edificio, Juan está sentado en la cama y come sopa caliente. Enfrente de él hay una pareja que tiene dos belices con ropa apretada. Sobre las maletas camisitas de bebe, un biberón y unos zapatos gastados de niño en color negro. Juan lleva en el Albergue Madre Teresa de Calcuta, 5 días y no tiene dinero para regresar a su pueblo “Soy de Usila y acaban de operar a mi esposa, se vio muy grave” dice, mientras una mujer deambula por el pasillo principal del albergue con un aspecto enfermo y un bebe radiante en sus brazos que chupa el agua de sus senos de madre recién parida.

“Es niña se va a llamar Gladys” esboza la mamá con una sonrisa desconfiada, con la única certeza de que al menos esta noche, tendrá techo, cama limpia y algo que llevarse a la boca. El albergue Madre Teresa de  Calcuta nació como un proyecto social, aproximadamente hace 8 años, como parte de un servicio que hacia un grupo de personas que traían en las noches alimentos a los enfermos o familiares de estos al hospital general y que estaban en el área de urgencias, en espera de noticias o resultados de enfermedades y debían dormir en los patios, en la calle, al intemperie, explicó Jesús Gómez Robledo, Presidente del Patronato de dicho centro de posada temporal.

“A través del gobierno estatal se logró su construcción hace 5 años, pero por razones ajenas a nosotros fue entregado hace tres años y medio y desde entonces aquí han dormido, comido y vivido por muchos días miles de personas” acentuó.

 

Agua de frutas, tortillas, arroz

“El albergue es un lugar llenó de historias, son muchas las personas que vienen diariamente, hay personas que se han quedado dos meses o más, no hay límite de tiempo, hay veces que tienen tratamiento y regresan aquí se les ayuda en ocasiones con lo de su pasaje o se buscan gestiones para que paguen menos o tengan descuento,  buscamos que el servicio sea integral en medio de tanta necesidad” afirma una señora  miembro del patronato, quien sin dar el nombre vuelve a los huéspedes  y reparte la comida, es de noche y han orado el padre nuestro frente a nuestros ojos antes de comer pan, agua de frutas, tortillas, arroz.

Los trámites e ingreso son mínimos, trabajan de forma con- junta con el hospital general, el cual pone guardias que reciben personas incluso en la madruga- da, dos recepcionistas las cuales son pagados sus salarios por el municipio “muchos llegan de urgencias, se quedan unas horas o días, la trabajadora social del hospital les da un pase, donde viene el nombre, numero de camilla y familiar internado, se les cobra 5 pesos y si no tienen para pagarlos se les condona” dice colaboradora del recinto.

 

No hay partido, no hay política, no hay nivel social

Isabel Peña es una mujer joven y bonita con un semblante demacrado. Tiene 22 años y un bebe de 11 meses, que nació prematuro. Durante muchas semanas ha tenido que viajar a Oaxaca y ha sido apoyada por el albergue, su pequeño ha padecido apnea, enfermedad que puede ser mortal porque es la ausencia de señal respiratoria en presencia de es- fuerzo respiratorio “Soy de Temascal y estamos vivos gracias al apoyo que nos han dado, uno a veces no sabe a dónde ir en una ciudad que no conoce y más sino tiene  a nadie aquí, por lo menos nos dan techo y es limpio”. Comenta Isabel con la voz cansada, agradecida y dolorosa, entonces el niño empieza a llorar y debe ir por él que está en una cama pequeña donde un colaborador del albergue la acompaña. Jesús Gómez Robledo explicó que le pidieron por varios años al Gobernador del estado la ampliación del  albergue y que el mandatario les dijo es- taba considerado dentro de la ampliación del hospital general, pero se ha terminado el sexenio y no se realizó, señaló que la finalidad es que exista un pabellón de hombres y mujeres, con una cocina propia para que ahí mismo puedan hacerse sus alimentos.

“Aquí no hay filiación partidista, no hay política, no hay nivel social, hacemos oración antes de la cena los día lunes y miércoles y pedimos por la salud de los enfermos, aquí necesitamos ropa, alimentos, nos hubieras visto en las inundaciones, necesitamos que nos ayuden mucho, que no falte de comer, porque los que se quedan aquí son casi siempre de recursos muy bajos y lugares lejanos”

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“Llevaba tres noches durmiendo en el piso y sin cambiar- me de ropa, hasta que una persona me dijo que existía este lugar” nos reveló Miguel Rubio de Palomares, Matías Romero, el cual tiene 17 días en el albergue con su esposa, los diecisiete días que tiene su hijo recién nacido

“Después de que cumplimos los ocho días no nos han cobrado nada, hay veces que no cabe la gente. Tendremos que seguir viniendo porque Josué nos salió delicadito” dice la mujer mientras le seca el sudor de la frente de su esposo. Junto a ellos, en la pared de la entrada sobre el color blanco duerme un niño descalzo que no sabemos el  nombre y no tiene ojos,  no deja fotografiarse, no dejar acercarse, no hay trucos que lo convenzan, dice en su madre casi en secreto que ella padece artritis reumatoide y ha venido al albergue muchas ve- ces, en los momentos de reposo su hijo ciego le pide le hable de caballos, de payasos, de los colores de las paredes intensamente blancas y ella no sabe si decirle que ahí todos son ancianos,  enfermos, o pobres, que le hablan a una imagen de Cristo que está en la entrada y tiene a sus pies un niño dios vestido de azul, y el que no sabe de colores , sólo le dice que quiere volver pronto a Ixtlán pero todavía tendrán que esperar varios días en el albergue.

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