El Instituto Nacional Electoral (INE) premió –para burla y risa de muchos ciudadanos que vivieron las urnas quemadas en la elección 2015- a la ex titular del Consejo Distrital, María Inés Tamayo García, “por su labor en el desempeño de esas elecciones, y garantizar el voto ciudadano”. Aplaudida por los integrantes de dicho consejo y los partidos ganadores, abucheada por los políticos perdedores, buscando la objetividad de los hechos, la elección fue un verdadero cochinero. Muchos reporteros y personas de Tuxtepec vieron como fueron incendiadas casillas, saboteado el INE, su inmueble quemado, el uso del ejército y la policía federal que se vio en la necesidad de hacer disparos al aire el día del conteo final, porque vecinos de la colonia La Piragüa saqueaban a mansalva el edificio. l premio se le da por garantizar, no podemos atrevernos a decir que un fraude, pero sí legitimar el uso de la fuerza y la militarización en elecciones de estado, mala señal para el proceso electoral 2018. ¿Pero qué se puede decir por ahora del INE, que inició su desprestigio como resultado de las sucesivas reformas electorales hechas a modo para contendientes que no saben perder?
Una institución que premia el doble discurso, que juega la democracia con una burocracia cara en un país de miserables, y que de acuerdo al diario el Financiero, el 58 por ciento de la población desconfía del instituto. Su antecedente, el IFE, llegó a ser la institución con mayor credibilidad del país. El premio de Tamayo García debe quedar en ese contexto donde se legitima el triunfo electoral con el uso de la fuerza y el pillaje.