Los altares chinantecos donde se reencuentran los vivos y los muertos
- El altar de San José Chiltepec se caracteriza por realizar un rectángulo vertical y en el centro un arco de flores, que representa la puerta del cielo. La estructura se forma con nueve escalones que simbolizan los meses de gestación de la virgen María y otros refieren son los nueves días que se reza a un difunto.
Texto y Fotos: Isabel Borromeo /
Tuxtepec, Oax. –El aroma del moco pavo y el cempasúchil se percibe en todas las casas de San José Chiltepec, municipio con raíces chinantecas, considerado un referente en la celebración a los fieles difuntos en la Cuenca del Papaloapan. En cada hogar es visible el altar con el arco de flores que representa la puerta al cielo y el copal quemándose en honor a los que se adelantaron.
El 31 de octubre, las familias trabajan en la colocación del altar, este año no fue la excepción. Bricio Leyva, quien realiza uno de los altares más grandes de Chiltepec desde hace 79 años, con majagua amarró en el piso las flores que adornan el arco, sus manos cansadas trabajaron a marchas forzadas, pese a tener un corazón cansado a los 87 años.
Su hija, relató que no hubo quien lo ayudará, “los niños crecen, todos tienen alguna actividad, las señoras están a cargo de preparar los tamales, platillos típicos y los tiempos le ganaron”. Bricio se vio obligado por unas horas a detener la elaboración del altar para descansar, a diferencia de años anteriores donde estaba de pie junto al arco de flores para recibir a los visitantes.
Tradición ancestral que buscan arraigar en nuevas generaciones
El cronista municipal de Chiltepec, Joel Avendaño Agustín, platicó que no saben cuándo se comenzó a celebrar a los fieles difuntos, creen que antes de la llegada de los españoles los ancestros ya recordaban a los muertos y la tradición se adaptó con el catolicismo.
“Desde el 16 de junio, el día de la virgen del Carmen, inician los preparativos para todo santo con la siembra de las flores de moco de pavo y cempasúchil para cortar en octubre. Antes la preparación era más grande porque todo estaba a la mano, los hombres subían al cerro por los animales del monte y en el patio tenían pollo, guajolote, flores y la fruta que se colocaba como parte de la ofrenda que se ofrece a los difuntos”.
Joel reconoció que los tiempos han cambiado, pero tratan de que la tradición se conserve, más las personas mayores. Para los visitantes asistir a Chiltepec en los días de muerto implica que los reciban con una taza de chocolate y una pieza de pan, si son allegados con un plato de mole, tradición que surgió con los antepasados y se quedó arraigada.
Con la imagen de sus antepasados en el altar, recordó que su abuelo paterno, Amado Avendaño, que fue rezandero, le enseñó todo sobre la elaboración del altar, que en aquel tiempo realizaba un responso en cada hogar y como lo acompañaba aprendió sobre la tradición, aún conserva en el altar su sombrero y herramienta para recordarlo.
“En 1970 alguien sugirió que se debían hacer bailes y modificó la forma de celebrar a los fieles difuntos, antes la familia se colocaba alrededor del altar para velar todo el día y noche, recibir a los difuntos y convivir con ellos, ahora los jóvenes se van al baile y se olvidan del altar”, externó.
Pese a los cambios en la forma de celebrar a los fieles difuntos, aseguró que los visitantes siguen acudiendo cada año y las familias abren sus puertas para mostrar los altares. El 1 de noviembre ofrecen pan de yema, mantequilla o chocolate, lo que tengan a disposición, el 2 comienzan a repartir la ofrenda como una cortesía a los visitantes.
Altar con elementos de la naturaleza
El altar de San José Chiltepec se caracteriza por realizar un rectángulo vertical y en el centro un arco de flores, que representa la puerta del cielo. La estructura se forma con nueve escalones que simbolizan los meses de gestación de la virgen María y otros refieren son los nueves días que se reza a un difunto.
Si el altar es dedicado a niños o jóvenes, la estructura se forma con cinco escalones, también colocan una mesa con el arco, de acuerdo a la situación. La celebración se realiza el 1, 2 y 3 de noviembre.
Los hombres se encargan de elaborar la estructura, cortan las flores, la palma de chicalito, elaboran las velas con la cera que recolectan de todo el año. En vísperas de todos santos se coloca la cera en un cazo hirviendo para formar la vela que se coloca en la parte frontal del altar.
Las señoras se concentran en la cocina día y noche para preparar los tamales en el fogón de leña y se cooperan si es posible para poder cubrir los gastos del altar, que en promedio implica un gasto de 12 a 15 mil pesos.
En el fondo del altar se colocan un tapete con estampas de santos que se sostienen con espinas del árbol de naranja, algunas descoloridas por el uso. Sobre los escalones una tela blanca que representa la pureza y sobre ella la sal, el agua y pan, elementos que no deben faltar.
El 23 de octubre se repican las campanas para anunciar la novena hasta el 1 y 2 de noviembre que suenan todo el día para llamar a las animas, parte de la creencia de la población. En las calles colocan veladoras para iluminar el camino de los familiares.
En el altar, de acuerdo con la costumbre se colocan animales de monte, sin embargo, el ayuntamiento pidió omitir esta tradición para preservar la fauna y solo colocar animales como pollo o guajolote, pero las familias de la comunidad aun contemplan la tradición como la aprendieron de sus antepasados.
Colocan animales del monte como cerete, tejón, jabalí, armadillo, iguana, tepescuincle, conejo. Tamales de yuca, pescado, chancletas y cabeza de perro. También mole rojo, amarillito, pipián, frutas de pitaya, carambolo, plátano macho, naranja, pomela, roatán, mandarina.
Concepción, pese a la limitación de no poder moverse, comentó que para el 31 de octubre siempre tiene el altar listo, pero ahora solo puede dar órdenes y esperar a que sus hijos y nuera la ayuden. Prefiere que sus hijas realizan el altar en sus casas para que sigan la tradición y ella se espera.
Este año, con ayuda de su hijo y esposo armo la estructura del altar, uno colocaba las flores y frutas y el otro prepara los animales que se colocarían de ofrenda. Concepción tenía lista la masa de yuca para hacer los tamales durante la noche, mientras su cuerpo aguantara para tener listo el altar el 1 de noviembre y recibir a sus difuntos.
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