Tres años después de la última visita a Tuxtepec del Gobernador Gabino Cué y 12 años desde que un secretario federal acudiera al Papaloapan renuevan la apuesta al olvido al olvido y la demagogia con el gobierno Sacrista
-14 de enero del 2014-
ANTONIO MUNDACA
TUXTEPEC, OAX .- Al Gobernador de Oaxaca Gabino Cué no le gusta venir a Tuxtepec. El calor le sofoca, la voz se le corta, ensucia su camisa Gucci y sus zapatos de marca en el polvo reseco de una colonia olvidada, de un municipio olvidado, de una región olvidada, que una vez dijo era su segunda casa.
La colonia Insurgentes es una colonia de Tuxtepec que es marginal con algunas casas de cemento y techos de lámina vieja, lodosa, desértica, la atraviesan fosas de desagüe y hay árboles silvestres que apenas dan sombra, es una zona habitacional de reciente creación, invadida por militantes del Comité de Defensa Ciudadana (Codeci) y colonos que han rentado terrenos a líderes de la misma agrupación sin ley y sin factura. Se encuentra atrás del Centro de Readaptación Social de Tuxtepec, una cárcel conocida como “el penal de La moderna”.
El edificio inaugurado por las autoridades federales de la Secretaria de Desarrollo Social (Sedesol) y el gobierno del estado oaxaqueño, es un oasis educativo con baños a medio terminar en una zona de nada, un elefante moderno deslumbrante de dos pisos, que contraste con la escuela de madera donde decenas de alumnos tomaban clases desprotegidos del calor y la lluvia.
El Gobernador Gabino Cué llegó manejando una camioneta oficial y a su lado iba Rosario Robles Berlanga, Secretaria de Desarrollo Social (Sedesol), bajaron desde un jet en el municipio de Loma Bonita y viajaron en helicóptero a la cuna hidrológica del Sotavento. Sudando a mares, cansado y con un equipo de seguridad irritado por el calor volvió a la ciudad fronteriza con Veracruz cuatro meses después de su última visita realizada en septiembre del año pasado cuando inauguró las oficinas de la Coordinación Regional de la Secretaria de Vialidad y Tránsito (Sevitra) y dijo volvería en unas semanas.
La misma región que es un foco rojo de inseguridad, y donde todo es culpa de un designio geográfico del destino que hace al Papaloapan sufrir “el efecto cucaracha” y “los daños colaterales” por ser vecinos de Veracruz y no por la incapacidad gubernamental del gobierno estatal de impulsar el desarrollo y los mecanismos de seguridad adecuados.
La misma ciudad que alguna vez un 6 de febrero del 2011 dijo en el inicio de sexenio “vamos a hacer un puente que atraviese la sierra para que no se sientan veracruzanos”. Bajo el inclemente sol del enero cuenqueño, Gabino Cué fue parco en sus palabras, agradeció a Rosario Robles Berlanga incluir a Oaxaca en la Cruzada Contra el Hambre, con las mismas palabras que ha dicho en las otras cuatro visitas a la funcionaria federal en otras zonas del estado.
“Reconocemos el indudable respaldo que el Presidente Enrique Peña Nieto dispensa a Oaxaca, al invertir voluntad y recursos para garantizar el derecho de nuestros niños y niñas a un mejor entorno nutricional” y un extenso agradecimiento y más y más. El discurso de un gobernador necesitado de recursos para un estado en últimos lugares de pobreza nacional subsidiado por la federación.
El gobernador, la titular de sedesol descendían, saludaban a políticos, a entusiasmados líderes de izquierda, al sequito de funcionarios del nuevo gobierno municipal encabezado por Antonio Sacre y pasaba revista al público inscrito en nómina de dependencias gubernamentales obligados a ir a tomar guardia. Los niños, con horas en el sol esperando la llegada, estuvieron hasta el momento de tocar el himno nacional y el recorrido de las instalaciones y después volvieron a sus casas pobres con los uniformes impregnados de calor.
Mientras los elementos de tránsito estatal, policías municipales, policías del estado y ministeriales resguardaban la zona, en las redes sociales se difundía una foto y datos de un ejecutado en Pueblo Nuevo Papaloapan, una comunidad de Tuxtepec, ubicada al otro lado del río donde se cortaban el listón y se elevaba el humo de los discursos.
El segundo punto de la gira fue la colonia Catarino Torres Pereda, demarcación irregular asentada en las orillas del basurero municipal, también una colonia en manos de Codeci. Las formas del PRI en esplendor lucieron ante centenares de acarreados en el atrio de un templete improvisado con sillas pulcras. Las formas del PRI con un gobernador a gusto, que llegó al poder queriendo combatir el dispendio de sexenios anteriores y prefiere sudar la gota gorda y agradecer y celebrar, al final aventar una promesa de volver a traer el bienestar y el progreso.
Dieron banderazo a unidades móviles de Diconsa y empleados federales le enseñaron a Gabino Cué a usar las tarjetas milagrosas de la Cruzada Contra el Hambre, a empujones, a gritos, tallonazos las porras iban para Peña Nieto, para el Gordo Sacre, para Rosario Robles, que con huipil de seda descompuesto por el calor caminaba entre la multitud rebasada por la altura del gobernador, el munícipe tuxtepecano y los guaruras de la funcionaria federal.
Las palabras de bienvenida las dio el presidente municipal de Tuxtepec, Antonio Sacre, con discurso en mano, en letra arial 16 a doble especio, leyó y leyó, trastabillando a veces, con la enjundia de un gobierno que quiere renacer y pide un voto de confianza pero se encasilla en las viejas formas de la política, agradeció la presencia de la titular de Sedesol. 12 años después de que un funcionario federal pisara tierras tuxtepecanas, la mano del federalismo volvía con promesas a dar cobijo a la segunda ciudad más importante de Oaxaca, por el número de personas, más no por su capacidad económica ahora superada por el corredor del Istmo, corregiría más adelante el gobernador.
“No es tu segunda casa, es tu casa” le dijo Sacre Rangel a Gabino Cué, quien se siente incómodo cuando le recuerdan el olvido que tuvo en tres años a Tuxtepec y para eso discutirá horas más adelante entre barbacoas y whiskys el presupuesto con que la mano poderosa del estado y la federación ayudarían a sacar del bache a “la perla del Papaloapan”.
“Contigo sí vamos a trabajar” fue el mensaje que daría el gobernador entre símbolos a Antonio Sacre, impregnado en sudor, suelto en el discurso, Gabino Cué dijo “en estos tres años que vienen vamos a invertir por el desarrollo de la cuenca” , no importa la sombra del trienio anterior y el desastre barrerista que persiguió al gobernador con pancartas de promesas incumplidas en la multitud.
Rosario Robles atinó en la demagogia de un discurso ya hecho. Atención a grupos vulnerables, a madres solteras, a desamparados, “no es una dadiva del gobierno federal es un derecho de ustedes” dijo para arrancar los aplausos de una colonia levantada a chingadazos, manifestaciones y esfuerzos.
Defendió las políticas públicas del peñismo, como quien defiende al patrón que lo tiene en el erario a pesar de los desaciertos. Al filo de las seis de la tarde los comboy salieron de la colonia Catarino Torres Pereda, rumbos a sus camionetas prendidas para partir, Gabino Cué rehuyó las preguntas incomodas sobre su financiamiento al magisterio, Rosario Robles explicó las bondades la Cruzada Contra el Hambre sin aclarar, si el hecho de incluir a Tuxtepec como ciudad sobre comunidades indígenas tiene un fin electoral para épocas próximas, Antonio Sacre sonriente presumió en pendones la imagen del renacimiento.