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Antonio Mundaca/@amundaca

 Para llegar a Zapata  es necesario subir a una lancha de motor. Con el río crecido no hay otra opción para llevar víveres. Ponerse en contacto con los familiares que no dejan de emigrar al norte y hablan a la caseta ubicada en la cabecera municipal de Santa María Jacatepec. Sólo pasas por chalupa, dice Juan, que ha dejado los remos y pasa decenas de personas diariamente con un motor viejo que a veces tambalea la balsa moderna por la fuerza del río valle nacional. 400 personas se inundan cada año en Emiliano Zapata. Juan me lleva con Obdulia, una de las mujeres que perdió todo.  Antes de llegar, la hilera de casas que conforman el inicio del ejido lucen bajo el agua, arriba de los techos, pencas de plátano,  hierbas de olor muy húmedo. La lancha se mete entre las calles como sobre una Venecia llena de náufragos indígenas. Juan dice que nunca había visto el río así, en 67 años de cruzar tantas veces al día que ha perdido la memoria. Juan se ayuda de un palo para no chocar con escombros. Zapata es ahora un pueblo marino de sembradíos inundados.

 También murieron las abejas

Al entrar a Emiliano Zapata, nos reciben dos niñas con el agua a las rodillas. Obdulia no quiere salir de su casa. Sobre lajas de cemento ha puesto sus pocas cosas. Es septiembre, el mes de las lluvias más intensas de la historia, acaba de decir el Presidente Calderón en las noticias y Obdulia tiene sobre una mesa de cedro vieja, un criadero de abejas. El agua le llega a los tobillos. Su hijo Julián que está en Chicago le ha enviado unos dólares más, pero el agua no ha bajado en varios días. “Protección civil apenas se ha venido a parar, sólo nos trajeron un poco de agua”. De eso ya ha pasado una contingencia, se fue Karl, se fue Frank y ahora Mathews la dejó sin nada. Antes esta rivera era llena de polvo y perros flacos. Ahora los perros se ahogaron y Obdulia que se resiste a irse a un albergue a Jacatepec, duerme sobre la mesa y va a la Cabecera de mañanita. No hay donde ir. También murieron las abejas.

 Las flores de nuevamente las lluvias

 Recorrido abajo está doña Gertrudis, ejidataria desde hace más de 20 años. Perdió sus gallinas. Una vaca que era para los 15 años de su nieta que vive en Valle Nacional y tenía meses de estarla preparando. Ella sólo regresa a checar su casa junto con su hijo, las flores que resistieron cuando se metió el río porque las cortaba para el altar de una Guadalupana que no sobrevivió a la corriente.  En la entrada de su puerta una tela blanca anuncia su casa de madera con techos de lámina. Ella es una señora bajita y de lentes. No quiere fotografías. Señala su casa y a lo lejos se ve una hamaca tirada, señala su criadero de gallinas. Ella está enferma de diabetes y cree que el seguro popular ayudará con su vivienda. Su esposo vino horas antes a cuidar un solar que sigue inundado. Metro y medio de agua en la inundación de Zapata no han marchitado las flores que doña Gertrudis sembró, dice el señor y  mira a su esposa.

“Es señal de buena suerte dice ella”- Sin embargo protección civil anuncia nuevamente las lluvias.

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